miércoles, 20 de marzo de 2013

2. La crisis llega hasta el teatro


ESPECTÁCULOS DE CALLE: UNA CRISIS DENTRO DE LA CRISIS.

El mundo de la cultura está afectado por una doble crisis. La primera tiene que ver con
los efectos de una profunda transformación del sector condicionada por lo cambios
digitales, el impacto tecnológico y la transformación de los imaginarios individuales y
colectivos que definen los gustos y las tendencias de consumo. La segunda tiene que
ver con la actual crisis económica y con la reducción de los presupuestos públicos que se
destinan a la cultura que afectan de manera especial al mercado del espectáculo que en
su conjunto es público.

Todo el sector teatral en general vive una curiosa paradoja económica especialmente
cruel en tiempo de crisis. Todo parece indicar que un sector económico debería
depender de su capacidad para consolidar mercados o en cualquier caso parea navegar
dentro de ellos en función de sus circunstancias. En tiempo de crisis la cultura se
manifiesta altamente inelástica, es decir las variaciones de demanda no dependen
proporcionalmente de las variaciones de precio o de renta. En función de esta regla un
producto cultural se ve poco afectado por las variaciones en su precio de mercado o por
súbitos cambios en la renta personal disponible.

El teatro, en este sentido, se ha visto poco afectado por la actual crisis, hasta el punto
que los ratios de asistencia lejos de disminuir se han incrementado. Todo tiene un límite,
ciertamente, pero deberíamos vivir una crisis que afectara de manera determinante a las
clases medias y altas para que la cultura y dentro de ella el teatro se viera afectada.
Sin embargo, la existencia de un potente sector publico altamente intervencionista en los
circuitos escénicos españoles del que depende la mayoría de los circuitos y programaciones municipales altera esta regla en la medida que su comportamiento está en función de los presupuestos públicos.

La bajada de estos presupuestos ha significado una reducción de las actividades
escénicas españolas independientemente de que el ciudadano estuviera o no dispuesto
a pagar de su bolsillo una entrada. Dicho de manera sencilla lo que debería ser en
cualquier caso una crisis de producción, derivada de la falta de financiación o de la
asunción de un riesgo empresarial, menos a la hora de producir, se hay convertido en un
crisis de demanda, aún no existiendo ningún síntoma objetivo de que esta misma
demanda tienda a decrecer.

El teatro de calle no tiene un mercado autónomo y sostenible, sino que depende
básicamente de los presupuestos públicos y por ello está afectado directamente por esta
bajada de la financiación de la cultura.

Hay pocas soluciones a este problema endémico, que se manifiesta cada vez que existe
un problema presupuestario. La cultura lo sufre, aun siendo objetivamente uno de los
sectores productivos con mayor importancia estratégica y con un futuro más plausible.
Dentro de la misma los sectores que dependen únicamente de la iniciativa pública tienen
un doble problema: el de su sostenibilidad y el que comporta la propia gestión de la crisis
De modo que el teatro de calle tampoco escapa a esta realidad. Desde el punto de vista
artístico la presencia tecnológica ha transformado las puestas en escena y los sistemas
de producción del sector, hasta el punto que es notoria una progresiva conversión de los
espectáculos de calle en eventos estéticos más pendientes del engranaje formal que de
una conceptualización argumental. Desde el punto de vista de su ubicación en el
mercado la dependencia de las contrataciones públicas ha aumentado en buena parte
debido a los costes crecientes de cada montaje.

La cuestión es debatir si ambos parámetros son una respuesta definitiva a los problemas
de este sector o si es necesario encontrar salidas que permitan renovar el talento
creativo, buscar soluciones sostenibles a sus dinámicas de producción y establecer
criterios de calidad que permitan la normalización de un mercado escasamente
competitivo.

Como ya he puntualizado anteriormente, entre el juego renovador del folklore y la
tradición y la postal onírica, el teatro de calle se mueve a menudo en un terreno
resbaladizo. Probablemente debe buscar salidas cercanas al imaginario audiovisual o al
mundo de los eventos singulares para encontrar soluciones artísticas que le permitan
redefinir su estatus dentro del mundo creativo.
Entre el bolo pagado y el riesgo empresarial el teatro de calle debería encontrar caminos
intermedios que le permitieran evaluar su potencial artístico con propuestas
comercializables.

Mientras que en otros países el teatro de calle, igual que el circo, han actuado como un
vehículo de cohesión con las artes escénicas clásicas: teatro, danza, música, en España
el sector se ha convertido en un refugio del arte-povero, reducido a veces en simulacros
de pasa calles a mayor gloria de un vestuario vistoso y algún artilugio espectacular sin
apenas contenido recordable.

Una crisis dentro de la crisis. Conviene separar ambas realidades para encontrar las
soluciones adecuadas. 

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